domingo, 28 de febrero de 2016

Domingo III (C) de Cuaresma ¿QUÉ FRUTOS, SEÑOR? (Javier Leoz) 28-02-2016

Blog Católico de Javier Olivares-Baiona


Día litúrgico: Domingo III (C) de Cuaresma

Texto del Evangelio (Lc 13,1-9): En aquel tiempo, llegaron algunos que contaron a Jesús lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de sus sacrificios. Les respondió Jesús: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que todos los demás galileos, porque han padecido estas cosas? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo. O aquellos dieciocho sobre los que se desplomó la torre de Siloé matándolos, ¿pensáis que eran más culpables que los demás hombres que habitaban en Jerusalén? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo».

Les dijo esta parábola: «Un hombre tenía plantada una higuera en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: ‘Ya hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro; córtala; ¿para qué va a cansar la tierra?’. Pero él le respondió: ‘Señor, déjala por este año todavía y mientras tanto cavaré a su alrededor y echaré abono, por si da fruto en adelante; y si no da, la cortas’».


¿QUÉ FRUTOS, SEÑOR? 
(Javier Leoz)

Me pides confianza y, por lo  que sea,
prefiero mirar hacia atrás
que saborear y soñar con lo  que en Ti me espera

Deseas el fruto de mi  constancia y, a la menor,
me dejo enredar por los  hilos de la pereza,
la tibieza o las dudas, la  fragilidad o la torpeza.

Sueñas con un futuro bueno  para mí,
y me encuentras soñando con  otras cosas
con otras instancias que no  son las tuyas
con una tierra muy distinta  a la que Tú me ofreces.

Estoy en la higuera, pero la  higuera de mi vida,
no siempre fructifica en lo  santo, noble y bueno.

Miras a las ramas de mis  días
y, lejos de comprobar cómo  despuntan sus yemas
me limito a vivir bajo  mínimos,
a dar aquello que me  conviene y no me molesta
a fructificar, poco o nada,  si no es beneficio propio.

¿QUÉ  FRUTOS, DARTE, SEÑOR?

Mira mi miseria,
y dejándome arrastrar por tu  riqueza
ojala recojas de mí aquello  que a tu Reino convenga.

Acoge mi buena voluntad,
y lejos de echarme en brazos  de la vanidad
descubra que, sólo Tú y  siempre Tú,
eres la causa de lo bueno  que brota en mí.

Perdona mi débil cosecha,
y, sigue sembrando Señor,  para que tal vez mañana
puedas despertar,  descubriendo en mí
aquello que, hoy, brilla por  su ausencia:
frutos de verdad y de amor, de generosidad y de alegría,
de fe y de esperanza, de confianza y de futuro,
de vida y de verdad.

Y no te canses, Señor, de  visitar tu viña,
tal vez hoy, puede que no,
pero mañana, con tu ayuda y  mi esfuerzo,
brotará con todo su  esplendor
la higuera de mi vida
Amén


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